SANTIDAD EN LOS JÓVENES SALESIANOS
(Beata): Signo de valentía y de lucha contra la violencia
Patrona de las víctimas de maltrato infantil/ abuso sexual
De nacionalidad chilena, nació en el año 1891 en la capital del País vecino. Su familia sufrió los rigores de la guerra civil que enfrentó a partidarios y detractores del presidente José Manuel Balmaceda, motivo por el que debieron huir y refugiarse a 500 km de Santiago.
Doña Mercedes (su mamá), luego de quedar viuda y migrar a la argentina con sus dos hijas, movida por su miseria, acepta vivir en unión libre con Manuel Mora, esto es, en concubinato, aunque en una relación que bien podría definirse como “esclavitud”, por los malos tratos a los que la mujer era sometida con frecuencia.
En tanto, desde el año 1900 las hermanas habían quedado internas en el colegio de las Hijas de María Auxiliadora de Junín de los Andes.
Las vacaciones de verano de ese año fueron, para Laura, una pesadilla. Manuel Mora advirtió que la niña iba creciendo, y la indiferencia se transformó en un insólito interés hacia ella. Un día, aprovechando la ausencia de Doña Mercedes, intentó abusar de ella, inicialmente con palabras de dulzura que, ante el rechazo de la niña, cambió por gritos e insultos.
En enero de 1904 llegó de visita Mora, con la intención de pasar la noche en la misma habitación. «Si él permanece aquí, yo me voy al colegio con las hermanas», amenazó Laura escandalizada, y así tuvo que hacer aunque invadida por la enfermedad. Mora la siguió y al alcanzarla, la golpeó violentamente dejándola traumatizada.
Viendo que el pecado y la violencia estaban tan cerca de su círculo más íntimo, Laura decidió ofrecer su vida a Dios. Este fue el trato que la niña confesó al Padre Crestanello: ella se entregaría a Dios para que su madre dejara de convivir con Mora.
Durante el invierno, una inundación afectó a todo el pueblo. Laurita ayudó a sacar de la escuela a las niñas más pequeñas, dejando sus piernas sumergidas en agua helada varias horas, y enfermó de los riñones.
El 22 de Enero de 1904 falleció Laura, con 13 años, una expresión “serena y alegre” en el rostro, y sin más que palabras de puro amor:
Gracias Jesús, Gracias María
(Santo): La grandeza de lo pequeño
El patrono de los monaguillos y los estudiantes
Doménico Savio nació el 2 de abril de 1842 en Riva de Chieri, Italia. Desde muy chico, Dominguito ayudaba como monaguillo en la misa. En la escuela, el pequeño destacaba por su buena conducta y su memoria excepcional. A menudo volvía a su casa con medallas de honor y otros premios.
Cuentan que un día de invierno, sus compañeros habían llenado la estufa de piedras y tierra, y el aula se tornó extremadamente fría, los autores de la travesura culparon a Domingo, quien aceptó sin decir palabra alguna. Al día siguiente, cuando se descubrió a los verdaderos culpables y se preguntó a Dominguito por qué no se había defendido, él dijo que Jesucristo también había sido acusado injustamente.
Con la misma mansedumbre calmó en otra ocasión a dos compañeros que habían acordado enfrentarse a pedradas. Domingo se puso en medio y les pidió -a uno primero, al otro después- que le pegaran primero a él. Ambos se negaron, porque eran amigos suyos. Entonces, tomando un crucifijo les pidió que repitiesen: “Jesús murió perdonando a los que lo crucificaron y yo no quiero perdonar a los que me ofenden”. Las piedras rodaron por el suelo y la pelea no se realizó.
Con 12 años, Dominguito y sus padres pidieron un lugar en el oratorio de Turín. Para ponerlo a prueba, Don Bosco le dio un libro y lo desafió a estudiar una página para el día siguiente. Mientras el cura hablaba con el padre de Domingo, el muchacho regresó y le dijo: “Ya me sé la página. Si quiere se la digo ahora mismo.” La sorpresa que se llevó Don Bosco fue grande. Domingo no sólo le repitió de memoria (al pie de la letra) la página señalada, sino que le explicó el sentido con toda exactitud. “Te has anticipado en estudiar la lección -le respondió Don Bosco- y yo también me anticipo en darte la respuesta. Aquí la tienes. Te llevaré a Turín y desde hoy te cuento entre mis hijos.”
El joven tenía por costumbre realizar gestos de mortificación o pequeños castigos (como abstenerse de comer, o padecer frío) porque creía que de ese modo se parecería más a Jesús, y alcanzaría la santidad. Pero Don Bosco le explicó con paciencia que eso no era lo que Dios quería: le enseñó que ser santos consiste en estar siempre alegres y no en sufrir. La fidelidad en el cumplimiento de los deberes cotidianos, hacer bien las cosas de todos los días, eso es la santidad. Si es recreo y toca correr, corremos; si toca jugar, jugamos. Así también nos hacemos santos. Desde aquel momento, la vida de Domingo se basó en esta frase: “NOSOTROS HACEMOS CONSISTIR LA SANTIDAD EN ESTAR SIEMPRE ALEGRES, HACIENDO BIEN LAS COSAS QUE TENEMOS QUE HACER, COMO JESÚS LO QUIERE”.
Domingo Savio falleció tras recibir los últimos sacramentos, al anochecer del 9 de marzo de 1856, poco antes de cumplir 15 años. Su padre se encontraba con él; su madre rezaba en la habitación de al lado.
Patrono de todos los estudiantes
Nació el 26 de agosto de 1886, Ceferino Namuncurá. Era hijo del cacique indígena Manuel Namuncurá (el legendario jefe mapuche )
Tenía 11 años cuando su padre lo inscribió en una escuela estatal de Buenos Aires, pues quería hacer del hijo el futuro defensor de su pueblo. Pero Ceferino no se encontró a gusto en aquel centro y el padre lo pasó al colegio salesiano "Pío IX" y allí descubrió su vocación: quería ser sacerdote para llevar a la gente de su raza el mensaje del Evangelio.
Desde muy joven su salud no era muy buena, pero comenzó sus estudios sacerdotales en Viedma. Allí lo descubrió Monseñor Cagliero y decidió llevarlo a estudiar a Roma, creyendo que el cambio de clima lo beneficiaría.
Una vez en Roma es recibido por el Papa Pío X frente al cual pronuncia un breve discurso. Su salud continuaba desmejorando y finalmente, al año de encontrarse en Roma, fallece. Era el 11 de mayo de 1905 y todavía no había cumplido los 19 años. Se dice que el Papa, entristecido, dijo: “Era una bella esperanza para las misiones de la Patagonia, pero ahora será su más válido protector”.
Hay una expresión que recoge todo su programa: “Quiero estudiar para ser útil a mi pueblo”. En efecto, Ceferino quería estudiar, ser sacerdote y volver entre su gente para contribuir al crecimiento cultural y espiritual de su pueblo, como había visto hacer a los primeros misioneros salesianos.
La beatificación de Ceferino es una invitación a creer en los jóvenes, también en los que apenas han sido evangelizados, y a descubrir la fecundidad de Evangelio, que no destruye nada de aquello que es verdaderamente humano. Quien piense que la fe religiosa es una forma de adaptación o de falta de compromiso por el cambio social, se equivoca, pues es totalmente lo contrario, ya que se convierte en la energía que hace posible la transformación de la historia.
El santo es una persona auténtica, realizada y feliz. Los testimonios de los contemporáneos de Ceferino son unánimes al afirmar la voluntad de su corazón y la seriedad de su compromiso. "Sonríe con los ojos", decían los compañeros.
(El pandillero de Dios) “El joven Magone es un pobre chico, huérfano de padre; teniendo la madre que ganar el pan para su familia, no puede asistirlo ni vigilarlo, y él, abandonado, pasa el tiempo en las calles y en las plazas entre los vagos. Tiene un ingenio despierto y poco común y lo creo de buen corazón; vivo e inquieto, en la escuela es un alborotador. Cuando no está, los profesores respiran…"
Don Bosco lo conoció en el otoño del 1857 en la estación de un pequeño pueblo llamado Carmagnola, esperaba el tren que habría de conducirlo a Turín. Como cuenta él mismo, un grupo de muchachos jugando y forcejeando llamaba la atención de los viajeros por sus gritos y correrías, sus voces atronadoras y empujones en medio de las carreras. Según sus propias palabras, “entre aquellos gritos sobresalía una voz que, dominando a las demás, era como la de un jefe, repetida por sus compañeros y obedecida por todos”. Así que un capitán de “bandidos”, pensó Don Bosco. Y en un instante, entre forcejeos y golpes esquivados, se puso en medio de ellos cortando la respiración a más de uno. Todos echaron a correr al ver a aquel cura interrumpiendo sus juegos. Todos, excepto uno, que avanzó hasta Don Bosco con aire altivo:
- ¿Quién eres tú para venir a entrometerte en nuestros juegos?
- Soy un amigo tuyo - respondió Don Bosco. - Y tú ¿quién eres?
- ¿Yo? ¿Quién soy yo? Miguel Magone, capitán de este ejército.
- ¿Qué quieres hacer en el futuro? –pregunta Don Bosco.
- Es necesario que haga algo, pero no sé qué.
- Querido Magone, ¿deseas abandonar esta vida de vago y ponerte a aprender un arte u oficio o a continuar los estudios?
- Sí, lo deseo – respondió conmovido –; no me gusta nada de esta condenada vida. Algunos compañeros míos están ya en la cárcel; temo que me suceda algo parecido. Pero ¿Qué debo hacer? Mi padre ha muerto; mi madre es pobre. ¿Quién me ayudará?
Magone no podía imaginar que aquel encuentro le cambiaría la vida. En efecto, Don Bosco fue su amigo. Lo llevó consigo a Turín y en Valdocco encontró una casa, una familia, un padre y una nueva oportunidad para su vida. Abandonó la calle y comenzó a tomarse en serio sus estudios.
Miguel llevaba un mes en el Oratorio y usaba cualquier ocupación como medio para pasar bien el tiempo. Era feliz con tal de tener un campo para saltar y mostrar su alegría, De repente comenzó a perder su ansiedad por la diversión. Aparecía algo pensativo, ya no participaba en los juegos si no le invitaban. Un compañero le habló así:
- Querido Miguel, desde hace algunos días no veo en tu cara la alegría de siempre. ¿Estás enfermo?
- No, de salud estoy muy bien.
- Entonces, ¿de dónde viene esa melancolía?
- La razón es fácil de comprender. Mis compañeros, que ya son buenos, rezan y celebran y se hacen mejores todavía; y yo, que soy un pillo, no puedo tomar parte, y esto me causa mucho remordimiento e intranquilidad.
Miguel murió muy pronto, a inicios del 1859 de apenas 14 años, afectado por una enfermedad pulmonar. Pero en ese corto espacio de tiempo junto a Don Bosco, encontró sentido a su vida, tomó las riendas de su existencia y experimentó qué significa que alguien confíe en ti.
Eran animadores del Oratorio, amantes de la música, el teatro, los deportes, empeñados en la catequesis y unidos por una intensa vida espiritual
El 1 de setiembre de 1939 Hitler invadió Polonia, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial. La Casa Salesiana en Poznan, en la calle Wroniecka fue ocupada y convertida en cuartel de los soldados alemanes. Los jóvenes seguían reuniéndose en los jardines fuera de la ciudad y en los bosques cercanos. Sugieran muchas sociedades secretas.
En septiembre de 1940 fueron detenidos bajo la acusación de pertenecer a una organización ilegal. Edward Klinik, el primero en ser detenido, le escribió a su madre: “Puedes estar tranquila por mí, porque yo voy a la batalla de la vida con una fe firme. Sé que aquel a cuya protección me confié, convirtiéndome en uno de sus caballeros, vela por mí y nunca me abandonará “. También fueron arrestados los otros, compartieron durante meses humillaciones y torturas, apoyados por una fe firme y decidida, una profunda devoción a María, y una amistad fraternal.
Fueron martirizados en Dresda el 24 de agosto de 1942. Vivieron la situación de prisión con espíritu de fe y espiritualidad salesiana. Rezaban constantemente: Rosario, novenas a Don Bosco y a María Auxiliadora, las oraciones de la mañana y de la noche
Francisco Kesy nació en Berlín el 13 de noviembre de 1920. Su familia se mudó a Poznan debido al trabajo de su padre. Francisco era aspirante en el Seminario Salesiano menor en Lad. Durante la ocupación, no pudiendo seguir sus estudios, consiguió trabajo en una industria local. Pasaba su tiempo libre en el Oratorio donde, en estrechísima amistad de ideales con los otros cuatro.
Eduardo Klinik nació en Bochum el 21 de junio de 1919, tímido y sereno, se volvió más vivaz desde que entró al Oratorio. Era un estudiante sistemático y responsable. Se distinguía por estar muy comprometido en todo tipo de actividad y daba la impresión de ser el más serio y profundo.
Jarogniew Wojciechowski nació en Poznan el 5 de noviembre de 1922, era pensativo y trataba de tener una visión general de las cosas para comprender lo que sucedía. Era un líder en el mejor sentido de la palabra. Se destacaba por su buen humor, su compromiso y su testimonio.
Czelaw Jozwiak nació en Lazynie, el 7 de setiembre de 1919. Era de carácter algo temperamental, pero espontáneo, lleno de energía, dueño de sí, dispuesto al sacrificio, consistente y positivamente acreditado.
Eduardo Kazmierski nació en Poznan el 1º de octubre de 1919. Se caracterizaba por su sobriedad, prudencia y bondad. Pudo desarrollar en el oratorio insospechadas
(Beato - ingeniero de la caridad) Alberto Marvelli nació en Ferrara (Italia) el 21 de marzo de 1918, siendo el segundo de once hermanos. Cuando se trasladó a Rimini con su familia, empezó a asistir allí al Oratorio Salesiano. Siempre fue disponible; llegó a ser catequista y animador: la mano derecha de los Salesianos. Le gustaba y practicó todo tipo de deportes.
Tiene solo 15 años; pero los salesianos comprenden que se trata de buen material: llega a ser delegado Aspirantes y generoso animador del oratorio. Trabaja con total esmero entre los jóvenes, animándolos con una justa visual del juego y de la diversión. Es inteligente, generoso, animado por un profundo sentido de responsabilidad y justicia.
A los 17 años Ingresó al grupo Oratoriano de la Acción Católica convirtiéndose pronto en su presidente parroquial. Como estudiante de ingeniería en Bologna, tomó parte activa en la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI)
En junio de 1942 se graduó y empezó a trabajar en la Fábrica italiana de automóviles (FIAT) en Turín. Hizo su servicio militar en Trieste; y logró llevar a muchos de sus compañeros a la Eucaristía. Durante la Segunda Guerra Mundial fue un apóstol de los desamparados y una verdadera providencia para los pobres.
Después de la liberación de su ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera junta de comité de liberación figura entre los asesores para reconstruir la ciudad, tiene 26 años, pero afronta los problemas con aptitud y competencia, posee coraje en las situaciones más difíciles y una disponibilidad sin límites. “Servir es mejor que hacerse servir. ¡Jesús sirve!” – escribe en su Diario. No ahorra energías porque advierte y sufre las necesidades, las urgencias, la desesperación de la gente. Empeñado en la difícil tarea, alguien lo reprendió diciéndole que habría debido dedicar más tiempo a las actividades eclesiales. Alberto contesta con sencillez: “También esto es apostolado”, afirmando así nuevamente su vocación de laico comprometido en el mundo.
Convencido de que “no es necesario llevar la cultura sólo a los intelectuales, sino a todo el pueblo” funda una Universidad popular. Abre un comedor para los pobres. Los invita a misa y reza con ellos.
Murió al ser atropellado por un camión militar el 5 de octubre de 1946. Fue, como quería Don Bosco, un buen cristiano y un ciudadano honesto, comprometido con la Iglesia y la sociedad con un corazón salesiano. “La beatificación de Alberto Marvelli es un llamado a encontrar el camino de la santidad en la familia, en la profesión, en la política; pero es también un reconocimiento de la educación salesiana, capaz de formar santos”
SANTIDAD EN LAS FMA
(La Hermana Cirujana). Nace en Corteno Golgi (Brescia) el 16 de febrero de 1883. En su numerosa familia crece alegre y trabajadora entre los campos y el cuidado de los hermanos, en un clima cálido por el cariño y el ejemplo de sus padres.
Asidua a la catequesis parroquial y a los sacramentos, la adolescente María madura un profundo sentido cristiano que la abre a los valores de la vocación religiosa. Por obediencia al padre y al Párroco, espera a ser mayor de edad para pedir la admisión en el Instituto de las Hijas de Mª Auxiliadora. Emite la primera profesión en 1908 en Nizza Monferrato.
Durante la primera guerra mundial (1915-18) Sor María sigue en Varazze cursos de asistencia sanitaria y trabaja como enfermera de la Cruz Roja en el hospital militar: una experiencia que le será muy válida en el curso de su larga actividad misionera.
Parte para el Ecuador en 1922. Es enviada entre los indígenas shuar, donde con otras dos hermanas inicia un difícil trabajo de evangelización en medio de riesgos de toda clase, no excluidos los causados por los animales de la foresta y por las insidias de los vertiginosos ríos.
Fue la primera mujer blanca que, en enero de 1926, penetrara en la selva ecuatoriana para evangelizar a los shuar. Los shuar, los jíbaros. La comunidad jíbara fue siempre rebelde a cualquier yugo. Ni los conquistadores incas, ni los españoles pudieron someterlos. Estos últimos, tras algún asentamiento, fueron eliminados en 1559. Tan solo a partir de 1850 los shuar, picados por la viruela del tiempo, comienzan a conectar con los blancos. Troncatti funda en la selva casas, escuelas, dispensarios y hasta un hospital en Sucúa y durante mucho tiempo fue ella solita, el único e insustituible médico.
Es médico del cuerpo y del espíritu: mientras cura o reparte medicinas, aconseja y evangeliza. Con maternal paciencia escucha, favorece la comunicación entre la gente y educa para el perdón a indígenas y colonos. “Una mirada al Crucifijo me da fuerza y valor para trabajar”: esta es la certeza de fe que sostiene su vida.
Macas, Sevilla Don Bosco, Sucúa son algunos de los “milagros” todavía florecientes de la acción de Sor María Troncati: enfermera, cirujano y ortopédico, dentista y anestesista... Pero sobre todo catequista y evangelizadora, rica de extraordinarios recursos de fe, paciencia y amor fraterno. Su obra para la promoción de la mujer shuar florece en cientos de familias cristianas, formadas por primera vez por la libre elección personal de los jóvenes esposos.
Sor María muere en un trágico accidente aéreo en Sucúa (Ecuador) el 25 de agosto de 1966
(La pequeña mendiga de Dios). Nació en Cantalpino (España) 15 de diciembre de 1899. Juana Yenes y Agustín Palomino, cuando se habían casado, habían puesto juntos su afecto y su miseria. Vivían en una casucha hecha aprovechando un pajar: tres cuartos blanqueados de cal, donde recibieron a sus 2 hijas y 2 hijos.
Agustín, el padre, trabaja como bracero temporal al servicio de los propietarios terratenientes de los alrededores y su madre Juana Yenes atiende la casa con los cuatro hijos. Cuando en el invierno el campo reposa y el trabajo falta, el pan escasea. Entonces el padre se ve obligado a pedir ayuda a la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona.
Iban a mendigar, 41 años el hombre, Agustín Palomino, 7 años la niña, Eusebia. "Hacía mucho frío —escribirá aquella niña— al llegar a una aldea, la recorrían casa por casa, extendiendo la mano. Eusebia miraba a las personas de abajo arriba, sonreía y decía: "Un pan, por el amor de Dios". Nadie se resistía a la sonrisa de la niña mendiga. Eran gente pobre. Les daban un pan, un plato de garbanzos o un puñado de lentejas, o una tajadita de tocino. Eusebia y Agustín daban las gracias, luego se iban a otra aldea.
Muy pronto tiene que dejar la escuela para ayudar a la familia cuidado a niños de algunas familias del pueblo mientras los padres van a trabajar. A los doce años va a Salamanca con su hermana mayor y se pone a servir como niñera.
Los domingos por la tarde va al oratorio festivo de las Hijas de María Auxiliadora, allí conoce a las hermanas, que deciden pedirle su colaboración para ayudar a la comunidad. Con el tiempo, deseaba secretamente consagrarse al Señor, pero no se atreve a pedirlo por su pobreza y falta de instrucción, no se cree digna porque piensa: “es una congregación tan grande”. La Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: “No te preocupes de nada” y con gusto decide admitirla
Es destinada a la casa de Valverde del Camino (España) una pequeña ciudad que en aquella época contaba con 9.000 habitantes, para las niñas del colegio-oratorio, la Hermana nueva tiene un aspecto más bien insignificante: pequeño y pálido, no es bonita, pero las pequeñas se sienten pronto atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de Don Bosco. Todo en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar.
España en 1933 estaba entrando en las convulsiones de la guerra civil. Iba a pagar en un baño de sangre las graves y largas injusticias sociales, por lo que ella, se ofreció víctima al Señor por sus hermanos y sus hermanas en oración y caridad.
Su asma se hizo intolerable, poco después del cese de la guerra Murió el 10 de febrero de 1935, cuando solamente treinta y seis años
(El rostro de la ternura y la confianza). Nace en Granada (Nicaragua) el 13 de enero de 1902. El padre era ministro del gobierno republicano y muy rico. Era también muy generoso con los pobres. Fue estafado y por tanto su situación económica quedó afectada para siempre. María tuvo un ánimo parecido al padre. La familia soñaba grandes cosas para ella. Estudió música, piano y violín. Pero ella escogió el camino de la vida religiosa.
Pronunciados los votos perpetuos fue enviada a San José de Costa Rica, fue destinada a enseñar en el colegio a las niñas acomodadas, pero ella buscaba sobre todo a los niños pobres y abandonados, como Don Bosco. También, formó, escogiendo entre sus mejores alumnas, las discípulas para la obra de los oratorios. Las llamaba las "misioneritas".
Después de haber creado la obra de los oratorios en los suburbios (1945), desde 1953 comienza a distribuir cada semana bolsas de alimentos a los pobres, poniendo en movimiento la caridad de las familias pudientes con quienes contacta a través de la escuela: primeramente en el colegio mismo y, desde 1959, en una casita construida a poca distancia en una antigua plantación de café.
Para cuidar de la salud de cuantos carecen de asistencia médica y de cualquier otra providencia, sor María proyecta nada menos que un ambulatorio con diversas especializaciones: parecen cosas imposibles, pero sor María «sabe» que la Virgen se encargará de todo.
Mientras tanto, a sor María le invade otra preocupación constante en vista de muchas, demasiadas pobrísimas familias que no tienen casa y viven, prácticamente, en pasos subterráneos o en chabolas precarias en las aceras de las calles de la periferia: pobres a quienes la dignidad que aún les queda les impide extender la mano. Sor María, que ya pasa de los sesenta, dice a la superiora, presentándole unos planos: “No quisiera morir con una omisión sobre mi conciencia, que en aquel supremo instante me remordería”. Una antigua alumna ofrece a sor María un terreno en una colina justo donde termina la ciudad y conseguido el consentimiento de las superioras y el del arzobispo, comienza los trabajos.
En 1973 se pueden inaugurar las siete primeras casitas para los sin techo que forman la Ciudadela de María Auxiliadora. Pronto completarán la «ciudadela» una fábrica, un mercadillo, un salón-teatro-capilla.
Murió de infarto el 7 de julio de 1977. El Gobierno de Costa Rica la declaró ciudadana honoraria de la nación.
La vida de esta Beata puede dividirse en dos partes de 30 años cada una: la primera vivida como seglar y la segunda, como religiosa. Nació en Chieri (Italia) el 15 de noviembre de 1847, en una familia pobre, que podría haber sido rica si el papá, de condición acomodada, no hubiese sido desheredado por haberse casado con una modesta joven, ama de casa, de Chieri, Catalina Pangella.
En 1855 muere el papá, desgastado por la vida militar. Magdalena se ve obligada dejar la escuela para ponerse a trabajar: un pequeño telar junto con el de la madre para tejer piececitas de la mañana a la noche. Fue un tío materno, don Francisco Pangella, quien hizo que Magdalena volviera a la escuela, asumiendo los gastos y dando una pequeña aportación a la familia.
“¡Si pudiese llegar a ser maestra!”. Tenía solo 15 años cuando se cumplió este sueño. El párroco de Butigliera, que había abierto una escuela materna, le confió la responsabilidad a esta adolescente capaz e inteligente. Conseguida la titulación magisterial en 1864, es inmediatamente elegida como maestra elemental en Montaldo Turinese
Es de este período de Montaldo un episodio particularmente significativo. Un pobre mendigo, todo sucio y andrajoso, se puso enfermo. Nadie tenía el atrevimiento de entrar en su tugurio. Magdalena, cuando lo supo, no dudó, le asistió y le preparó a bien morir. Desde hacía ya algunos años cultivaba el deseo de consagrarse al Señor y al prójimo. Como la situación económica de su familia no le ataba ya, reveló su vocación.
Se cerraban así los primeros treinta años de vida y la edad planteaba ya un problema para entrar en una Congregación. Pasando un día por Turín quiso hablar con Don Bosco, quien la envió a don Cagliero. Y este le dijo: “¿Monja de clausura? ¡Oh, no! —le respondió—. Te dormirías orando, porque no te podrías estar quieta». Y se hizo Hija de María Auxiliadora. Ingresó en Mornese en agosto de 1878, la recibió madre Mazzarello
Destinada en el 1881 a Sicilia, inicia una fecunda obra educativa entre las chicas y los jóvenes de los ambientes populares. Abrió escuelas, oratorios, residencias para trabajadores, talleres en cada parte de la isla. Nombrada Superiora Provincial, asume también el compromiso formativo para las nuevas y numerosas vocaciones. Su múltiple apostolado es valorado y estimulado por los Obispos, que confían a su evangélica iniciativa la Obra de los catecismos.
Tuvo el carisma de una fundadora: abrió 19 casas, 12 oratorios, 6 escuelas, 5 asilos, 11 talleres, 4 internados y 3 escuelas catequéticas, suscitando la admiración de todos, autoridades civiles y jerarquías eclesiásticas. Minada por una infección tumoral, madre Morano falleció en Catania el 26 de marzo de 1908.
(La grandeza de la sencillez). Nace el 9 de mayo de 1837 en Mornés (Italia), hija de José y Magdalena Calcagno, María fue la primogénita de diez hermanos. El grupo familiar, rico en relaciones personales, muy ligado a la tierra, diverso por edades, ocupaciones y responsabilidades, así como la cercanía con los demás habitantes. Su familia la formó en una piedad sólida, en una laboriosidad incansable y en el sentido práctico y la profundidad de juicio que manifestó después como Superiora.
Se abre a la fe acompañada por los padres y por el sabio director espiritual, don Domingo Pestarino. Es una sencilla campesina, pero sabe descubrir el secreto del Creador en la belleza de la naturaleza, sabe vencer la fatiga del trabajo cotidiano en el campo, cantando con alegría al Dios. Con 15 años se inscribió en la Asociación de las Hijas de María Inmaculada fundada por el párroco local, Don Domingo Pestarino. Las asociadas se dedicaban a obras de caridad y atender a los niños.
La grave enfermedad del tifus contraída a los 23 años tuvo en ella una fuerte resonancia espiritual: la experiencia de la fragilidad física, que por una parte la llevó a un abandono más profundo en Dios, y por otra la impulsó a abrir un taller de costura para enseñar a las muchachas el trabajo, la oración y el amor a Dios.
Con ocasión de la llegada de Don Bosco a Mornese (8 de octubre de 1864) se la oyó decir: “Don Bosco es un santo y yo lo siento”. Juntos inician el 5 de agosto de 1872 una nueva familia religiosa en la Iglesia para bien de las jóvenes, de la que Don Bosco es fundador y María Dominica cofundadora: el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Aquel día, en la antigua capilla del colegio, María Dominica y las 11 primeras Hijas de María Auxiliadora hacen la primera profesión en presencia del obispo de Acqui, monseñor Sciandra, y de Don Bosco. Cuatro jóvenes iniciarán el noviciado. Como Don Bosco, sor María Mazzarello halla en María Auxiliadora la Maestra y la Madre para ser signo del amor de Dios entre las jóvenes.
Como Superiora se mostró hábil formadora y maestra de vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, irradiando gozo e implicando a otras jóvenes en el empeño de dedicarse a la educación de la mujer. El Instituto se desarrolló rápidamente, los numerosos viajes emprendidos para visitar las nuevas fundaciones, el incremento y la expansión misionera del Instituto
A su muerte, el 14 de mayo de 1881 dejó a sus Hijas una tradición educativa empapada de valores evangélicos: la búsqueda de Dios conocido a través de una catequesis iluminada y un amor ardiente, la responsabilidad en el trabajo, la lealtad y la humildad, la austeridad de vida y la gozosa entrega de sí.
(Disponibilidad en lo cotidiano). Nació en Milán (Italia) el 10 de octubre de 1878 en una familia próspera. Su padre José Valsé, excelente cristiano y gran trabajador, era propietario de varios hoteles en Egipto, donde Teresa pasó los primeros años de su vida. Él educó a su hija amando a los pobres y ayudándolos. Luego se fueron a Milán primero, después a Florencia. Su padre murió cuando ella tenía 12 años. Teresa desarrolló un profundo espíritu de oración.
Su madre llevó a la familia a Roma para ayudar a su hermano Ítalo en sus estudios universitarios. Teresa asistió al colegio de las Hermanas del Sagrado corazón y se involucró en la Conferencia de San Vicente de Paul. Animada por su director espiritual, Teresa decidió llamar a las puertas del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en Roma “para entregarse irrevocablemente al Señor –como ella lo dijo- para educar a las niñas pobres de la gente sencilla”.
Siente la llamada a la vida de consagración y, superando duros obstáculos, después de la muerte de la mamá entra en el instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Es el 2 de febrero de 1901. Teresa tiene 22 años.
Ella era como lo hubiera querido Don Bosco: hacía las cosas sencillas extraordinariamente bien. Se identifica concretamente en la situación de malestar de las joven que le son confiadas y busca en todos los modos de elevar de ello la cultura y refinar el estilo de vida. Da lecciones de música, realiza representaciones teatrales, inventa aquéllos juegos que pueden interesar a chicas ya cansadas por un trabajo pesado. En comunidad es una presencia atenta y discreta.
Teresa era cortés y amable con todos, estaba siempre dispuesta a llevar adelante las tareas más humildes y difíciles. Alegremente y con espíritu de sacrificio, hacía el lavado de la ropa y supervisaba los talleres de las niñas.
Su camino a la santidad no se detuvo por los síntomas de una enfermedad que se agravó más y más: tuberculosis. Ella se dio cuenta que era el momento para amar el sufrimiento – no solamente aceptarlo- como un don que la unía con el crucifijo: “Lo que tú desees Jesús, yo también lo deseo, y por el tiempo que Tú lo desees”.
El 3 de septiembre de 1907 Teresa se encontró con el Jesús que ella había elegido irrevocablemente.
SANTOS LAICOS DE LA FAMILIA SALESIANA
(Mamá de D. Bosco). Nació el 1 de abril de 1788 en Caprigli, en el norte de Italia. Cuando llevaba cinco años casa enviudó, a sus 29 años, y tuvo que sacar adelante a su familia en medio de la hambruna que asolaba Europa. Fue una mujer fuerte, con las ideas claras y la fe inquebrantable. De estilo de vida sencillo y analfabeta.
Margarita fue siempre generosa con los que le pedían ayuda, bien fuera comida, o incluso refugio. En aquel tiempo, por cuestión de guerras y bandos, no era extraño que pasaran por esa zona piamontesa muchos fugitivos huyendo del peligro y de la crueldad de las contiendas. Nunca preguntó por sus ideas. Los atendió y les ofreció el calor del fuego hogareño
Margarita vio en su hijo menor, Juan, las cualidades y su disposición a hacer el bien a sus amiguitos. Y sufrió por no poder prestarle la ayuda de una escuela. Pero educó a Juan con toda la atención tanto en los valores humanos como en las enseñanzas religiosas. Sus hijos aprendieron de ella las oraciones, que recitaban al volver cada día, rendidos del duro trabajo del campo. Les preparó a la Primera Comunión y a confesarse.
Cuando pudo ver a su hijo Juan estudiando, y luego ya en el Seminario, lo apoyó y visitó todo lo que pudo. Especialmente cuando de novel sacerdote, enfermó por los muchos trabajos en favor de los jóvenes abandonados de Turín.
Para Don Bosco su madre era todo, en una ocasión, ante críticas que le hicieron y acarrearon a no poder confesar a sus muchachos va a casa de su madre y a los dos meses, recuperado, le confiesa:
- “Oh madre necesito tener a mi lado una salvaguarda para arrebatar a los maleantes todo tipo de sospecha y de comentarios. Solo usted me podría quitar todo temor; ¿no le gustaría ir a estar conmigo?” – A esta salida inesperada la buena mujer queda pensativa, y luego responde: - Mi querido hijo, tu puedes imaginar cuanto le cuesta a mi corazón abandonar esta casa, tu hermano y a los demás parientes; pero si te parece que tal cosa pueda ser de agrado al Señor yo estaré dispuesta a seguirte.
A sus 58 años abandonó la tranquilidad de su casa, en su pueblo, para seguirle en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín. Durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios de la Congregación Salesiana. Margarita vive en el oratorio aportando aquel amor materno y la sabiduría de una mujer profundamente cristiana
Murió en Turín a los 68 años de edad, un 25 de noviembre de 1856
(Su vocación fue el sufrimiento). Nació en Balasar (Portugal) el 30 de marzo de 1904, fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana. Alejandrina permaneció en familia hasta los siete años, después fue enviada a Póvoa do Varzim, para poder asistir a la escuela primaria
Comenzó a trabajar en el campo, teniendo una constitución robusta: tenía a raya a los hombres y ganaba lo mismo que ellos. Su una adolescencia fue muy vivaz: dotada de un temperamento feliz y comunicativo, era muy amada por las compañeras. Sin embargo a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá una tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero después su físico quedará marcado para siempre.
Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida: su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su habitación. A pesar de que las puertas estuviesen cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles.
Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran maravilla de la gente. Después la parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron sus movimientos y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925, cuando Alejandrina se puso en el lecho para no levantarse más por los restantes treinta años de su vida.
Desde el 27 de marzo de 1942 en adelante Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de Eucaristía. En 1943 por cuarenta días y cuarenta noches fueron estrictamente controlados por excelentes médicos su ayuno absoluto y su anuria.
Hasta el año 1928 ella no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, en cuanto comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud. Decía: “Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios, y en fin el deseo de sufrir”.
En 1944 su nuevo director espiritual, el salesiano padre Humberto Pasquale, animó a Alejandrina, para que siguiera dictando su diario, después que constató la altura espiritual a la que había llegado; lo que ella hizo con espíritu de obediencia hasta la muerte. En el mismo año 1944 se inscribió a la Unión de los Cooperadores Salesianos.
El 13 de octubre, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque voy al cielo”. A las 19,30 expiró.
Dorotea nació el 5 de junio de 1816 en Santiago de Chile, de una familia de fe profunda, rica en hijos (18) y en bienes materiales, que tres años después emigró a Barcelona (España). Era delgada, de carácter enérgico, despierto, emprendedor, pero, sobre todo, de gran corazón.
A los 16 años se casó con Josep Serra, comerciante y banquero. Formaron un matrimonio feliz durante cincuenta años. El joven matrimonio se instaló en la calle Montcada (Barcelona), en el palacio de los padres del marido. El entendimiento entre unos y otros fue perfecto y fuente de felicidad y bienestar, se desarrolló en una afectuosa y sólida vida matrimonial, que dio vida a seis hijas.
Los empleados su casa se sentían como parte de la familia. María Arnenós declaró bajo juramento: “Tenía para con nosotros, sus empleados, un afecto de madre. Se preocupaba de nuestro bien material y espiritual con un amor concreto. Cuando alguien enfermaba, procuraba que no le faltase nada, se ocupaba hasta de los más nimios detalles. Respecto al salario, era más alto que el que se daba a los empleados de las otras familias”
Lo más extraordinario era su caridad hacia todos, de manera especial, hacia los más pobres. “Los pobres serán mi primer pensamiento”, se propuso. Se la conoce como la “limosnera de Dios”. Una treintena de fundaciones surgen de su beneficencia y de la de su marido: asilos, escuelas, hospitales, centros de trabajo
Un mes después de enviudar, habiendo tenido conocimiento de Don Bosco, le escribió el 20 de septiembre de 1882 (tenía sesenta y seis años, Don Bosco sesenta y siete). Le dijo que Barcelona era una ciudad «eminentemente industrial y mercantil», y que su joven y dinámica congregación, encontraría mucho trabajo entre los muchachos de los suburbios. Ofrecía una escuela para aprendices trabajadores.
En abril-mayo de 1886, Don Bosco contactó personalmente a la santa bienhechora, dispuesta más que nunca a ayudarlo.
La última entrega a la familia salesiana fue la
escuela «Santa Dorotea» confiada a las Hijas de María Auxiliadora. Para su compra se necesitaban sesenta mil pesetas y ella las entregó diciendo: «Dios me quiere pobre». Aquella suma era la
última previsión para su vejez, lo que guardaba para vivir modestamente juntamente con María, su fiel camarera.
La que Don Bosco llamaba “nuestra mamá de Barcelona” murió pobre el 3 de abril de 1891.
(Indígena albañil de los pobres). Nació en Meruri (Brasil), el 27 de octubre de 1937, hizo sus estudios primarios en la escuela de Meruri de los misioneros salesianos. Cuando joven fue a trabajar con garimpeiros blancos en las garimpos del Río Garças. Volviendo a Meruri fue invitado a formar parte de un grupo de boro para acompañar a los misioneros, Padre Pedro Sbardellotto y Hermano Jorge Wörz, en la primera residencia misionera entre los xavante, en la misión de Santa Terezinha, por los años 1957-1958.
Era el más joven del grupo, pero el más consciente de su calidad de misionero entre los xavante. Por los años 1962-1964 participó en Meruri de la construcción de las primeras casas de material para las familias Bororo. Se convirtió en albañil práctico y dedicó el resto de su vida a este oficio, colaborando en la aldea y en la Misión. Era muy unido con el Padre Rodolfo en la defensa de la tierra.
Padre Rodolfo y Simón fueron muertos en 1976. P. Rodolfo, haciendo justicia a su lema sacerdotal: "Yo vine para servir y dar la vida", fue muerto por defender la justicia en favor del pueblo Bororo.
El Padre Rodolfo Lunkenbein nació en Döringstadt, Alemania, el 1º de abril de 1939. Acercándose a la lectura de varias publicaciones salesianas, nació en él el deseo de ser misionero; un sueño que hizo realidad al participar de la misión salesiana de Meruri en Brasil, donde estuvo hasta 1965. Regresó a Alemania donde fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1969. Ya como sacerdote retorna a la misión brasileña de Meruri, donde conoció al pueblo indígena de los bororos quienes le dieron el nombre de "Koge Ekureu", que significa Pez Dorado. Allí participó en 1972 de la fundación del Consejo Indígena Misionero, defendiendo las reservas indígenas. Fue por esta razón que la muerte del martirio lo alcanzó el 15 de julio de 1976.
“En la Misa y en la danza, en la sangre y en la tierra, tejen la alianza Rodolfo y Simão, Meruri en la vida, Meruri en la muerte, y el amor más fuerte, es la misión cumplida” del poema de Mons. Pedro Casaldáliga.
(Mamá Margarita para los niños de Alepo). Matilde Chelhotin Salem nació en Aleppo (Siria) el 15 de noviembre de 1904. La condición acomodada de su familia no le impidió cultivar una floreciente vida interior. El 15 de agosto de 1922 se casó con Georges Elías Salem.
La alegría de esta unión se vio pronto ensombrecida por la imposibilidad de ser madre y por la frágil salud de su esposo. El 26 de octubre de 1944 se quedó viuda.
En colaboración con el arzobispo greco-católico de Aleppo, Monseñor Isidoro Fattal, se comprometió a realizar el grandioso proyecto dejado en testamento por su querido Georges, poniendo a disposición el valioso capital acumulado por él gracias a su afortunada actividad comercial. La “Fundación Georges Salem”, confiada a los hijos de Don Bosco llamados en 1947, sería a partir de entonces su casa y su familia.
Fue una mujer moderna, constructiva y capaz de auto-educación, porque, observando la situación de la población siria, se dio cuenta de que el futuro de la juventud estaba marcado por una competencia profesional: solo el trabajo digno y seguro, habría orientado de otra forma el futuro de su patria.
Se enriqueció de varias experiencias espirituales: cooperadora salesiana, Hija de San Francisco de Asís, cofundadora de la Obra del Amor Infinito. No había institución benéfica que no la contara entre sus bienhechoras: Sociedad Catequística, Conferencias de San Vicente, colonias de verano para niños pobres y abandonados, vicepresidencia de la Cruz Roja, beneficencia islámica, obras a favor de jóvenes delincuentes…
Matilde, aun teniendo una intensa vida de oración, fue capaz de combinar las diferentes facetas de su personalidad: rica propietaria, gerente aguda, madre de los pequeños huérfanos que bañaba y peinaba. La tensión ecuménica e interreligiosa que la caracterizaba, en tiempos en los que el solo discurso podría sonar sospechoso, encontró un impulso que contagiaba, sabiendo establecer relaciones de estima y de ayuda con todos: con sus grandes amigos musulmanes, con los ortodoxos y con los representantes de los ritos orientales cristianos.
En 1959 se le descubre un cáncer. Como respuesta a la diagnosis del médico, tan sólo hizo un comentario: “Gracias, Dios mío”. Fue un vía crucis de veinte meses. En su testamento, distribuyó todos sus bienes a favor de las diversas obras de beneficencia, hasta el punto de poder decir: “Muero en una casa que ya no me pertenece”.
Murió el 27 de febrero de 1961, a los 56 años. Está enterrada en la iglesia de los salesianos en Aleppo.
(Una vida para el Oratorio). Nació en Milán (Italia) el 3 de febrero de 1913. Desde una temprana edad sobresalió por su amor por el Oratorio y cuando cumplió 18 años, por su dedicación a la gente joven que lo frecuentaba. Durante muchas décadas fue un diligente catequista y un líder inteligente, sencillo y optimista.
En su servicio militar, que inició en 1934 y continuó intermitentemente hasta 1945, demostró un espíritu apostólico entre sus compañeros de armas. Trabajó en la industria Pirelli en Milán, donde continuó difundiendo su optimismo y buen humor, a la vez que un profundo sentido del deber.
Es un educador nato y tiene el estilo de Don Bosco: no tiene títulos en pedagogía, sino un arte educativo de mil matices, que para él se resume en el lema: "Debemos tener el corazón de Don Bosco"
Le devolvió la esperanza a mucha gente joven diseminada debido a los años de guerra, iniciando la “Cruzada de la Bondad” que se difundió por toda Italia. Como esposo y padre él demostró gran serenidad y bondad, eligiendo la austeridad voluntaria y la pobreza evangélica, para poder ayudar a los necesitados. Todos los días era fiel a su meditación, Eucaristía y Rosario.
Noemí Davanzo es su amor, ella es la Delegada de Niños Católicos, que vive en su propio entorno. El compromiso tiene lugar durante la guerra. Dado que Attilio está en el frente, se vieron solo en las licencias raras. Sin embargo, fueron escritos con frecuencia. Las cartas de Attilio están llenas de compromisos apostólicos, nombres, cosas que hacer, noticias y revelan el vasto círculo del conocimiento y su dinamismo apostólico. Después de la guerra se casó con ella y permanecerían unidos toda la vida de donde nacieron dos hijas y un hijo.
A fines de 1960, Attilio vio a sus hijos Piergiorgio, Maria Grazia y Paola vivir un cristianismo comprometido; los ve serios y felices entre el papel, el hierro y los trapos recolectados para los pobres y cuando ellos, ya se habían ido a Brasil a pasar un período como misioneros voluntarios –de acuerdo con su esposa Noemí- decidieron ir juntos para compartir la vocación de sus hijos, como voluntarios de la Operación Mato Grosso.
En Brasil él continuó trabajando como catequista y líder. El 8 de diciembre de 1972, en Campo Grande, durante una reunión él habló con entusiasmo y ardientemente sobre el deber de dar la vida por los demás, cuando repentinamente se sintió débil. Tuvo el tiempo justo para decirle a su hijo: “Pedro Jorge, sigue tú”, muriendo de un ataque al corazón Sus restos fueron trasladados a Italia y reposan ahora en la Iglesia de San Ambrosio en Milán.
SALESIANOS SANTOS
(Padre y Maestro de los jóvenes). Nace en Castelnuovo d'Asti (Italia) el 16 de agosto de 1815. Fue educado por su madre en la fe y en la práctica coherente del mensaje evangélico. Con sólo nueve años intuyó, a través de un sueño, que debía dedicarse a la educación de la juventud. Siendo todavía un muchacho comienza a entretener a sus coetáneos con juegos que alternaba con el trabajo, la oración y la instrucción religiosa. Sin embargo, dadas las estrecheces de la familia fue enviado a trabajar como criado y cuando volvió con la familia, gracias a don Juan Calosso, se le permitió continuar los estudios
Siendo sacerdote (1841) eligió como programa de vida: “Dame almas llévate lo demás” e inició su apostolado entre los jóvenes más pobres fundando el Oratorio y poniéndolo bajo la protección de San Francisco de Sales. Estableció escuelas para los niños y jóvenes desamparados, personalmente buscó la ayuda necesaria para llevar adelante su obra y envió misioneros a varias ciudades de Europa y América.
Con su estilo educativo y su acción pastoral, basados en la razón, la religión y la amabilidad (Sistema preventivo) conducía a los adolescentes y jóvenes a la reflexión, al encuentro con Cristo y con los hermanos, a la educación de la fe y a su celebración en los sacramentos, al compromiso apostólico, civil y profesional.
Pensó en una asociación de personas que, sin renunciar a sus derechos civiles, se propusiese tener como finalidad el bien público, y más concretamente, la educación de la juventud, la más pobre y abandonada. Para sus Salesianos elaboró por tanto la fórmula: “Ciudadanos ante el Estado; religiosos ante la Iglesia”
La fuente de su infatigable actividad y de la eficacia de su acción fue una constante "unión con Dios" y una confianza ilimitada en María Auxiliadora a la que sentía como inspiradora y sostén de toda su obra. El Señor le dejó a su lado durante mucho tiempo a una admirable madre: mamá Margarita
A sus hijos salesianos les dejó en herencia una forma de vida religiosa sencilla, pero sólidamente fundada en las virtudes cristianas, la contemplación en la acción y sintetizadas en el binomio “trabajo y voluntad”. Buscó los mejores colaboradores de su obra entre sus jóvenes, dando origen a la Sociedad de San Francisco de Sales. Junto a Santa María Dominga Mazzarello fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Con buenos y trabajadores laicos, hombres y mujeres, creó los Cooperadores Salesianos para apoyar y sostener la obra de la educación de la juventud, anticipando así nuevas formas de apostolado en la Iglesia.
Muere el 31 de enero de 1888 rodeado de sus estudiantes. En el centenario de su muerte, acaecida el 31 de enero de 1988, Juan Pablo II lo declaró y proclamó Padre y Maestro de la Juventud.
(Sucesor de D. Bosco). Nace en Turín (Italia) el 9 de junio de 1837. Es el último de nueve hijos, pierde a su padre a la edad de ocho años. Estudió en la Escuela Cristiana hasta el tercer grado elemental. Comenzó entonces a trabajar en la Real Fábrica de Armas de Turín, donde su padre trabajaba, pero Don Bosco -que al domingo confesaba en su escuela- le propuso continuar sus estudios con él, asegurándole que los costos serían pensados por la Providencia. Un día Don Bosco distribuía a sus chicos algunas medallas. Miguel era el último de la fila y ya no había medallas, pero se le dijo: “Toma Miguelito”. El sacerdote, sin embargo, no le estaba dando nada, pero añadió: “Nosotros dos haremos todo a medias”, y así fue realmente.
Colaborador en la Compañía de la Inmaculada con Domingos Savio, fue un alumno modelo, apostolo entre sus compañeros. Don Bosco le dijo: «Necesito ayuda. ¿Usarás la vestidura de los clérigos, estás de acuerdo? ». "De acuerdo", dijo. El 25 de marzo de 1855, en el cuarto de Don Bosco, Miguel profesó, en manos del fundador, los votos de pobreza, castidad y obediencia. Fue el primer salesiano. Comenzó a trabajar duro: enseña matemáticas y religión; auxilia en el comedor, en el patio, en la capilla; por la noche copia los escritos, cartas y publicaciones de Don Bosco, y estudia para convertirse en sacerdote. ¡Tenía sólo 17 años! También es responsable de la dirección del oratorio festivo San Luigi. En noviembre de 1856 muere madre Margarita. Miguel fue a visitar a su madre: “¿Madre, quiere venir?”. La Sra. Giovanna María viene, y de esta forma la familia Calle completa la familia Bosco.
Permaneció en Valdocco durante 20 años. En 1858, acompaña a Don Bosco en la visita al Papa Pío IX para aprobar las Reglas. En el regreso se le confía la dirección del primer oratorio de Valdocco. El 28 de julio de 1860 fue ordenado sacerdote. Don Bosco le escribe un billete: “Tú verás mejor que yo la Obra salesiana atravesar las fronteras de Italia y establecerse en el mundo”. Don Rua abre la primera casa salesiana fuera de Turín en Mirabello. Pocos años más tarde regresa a Valdocco y sustituye y asiste a Don Bosco en todo. En noviembre de 1884 el Papa León XIII nombra a Don Rua Vicario y sucesor de Don Bosco, que morirá en sus brazos cuatro años más tarde. Don Rua, que era considerado la regla viva, se muestra un padre amoroso como Don Bosco. Enfrenta y supera innumerables dificultades en el gobierno de la Congregación.
Consolida la misión y el espíritu salesiano. Muere el 6 de abril de 1910, a los 73 años. Con él la Sociedad pasó de 773 a 4000 salesianos, de 57 a 345 casas, de 6 a 64 inspectorías en 33 países. Pablo VI beatificó diciendo: «Hizo de la fuente un río».
(Mártir Español). Luis Versiglia nació en Italia en 1873. A los 12 años quedó fascinado con Don Bosco y aceptó ir a estudiar al Oratorio Salesiano de Valdocco, en Turín, con la condición de no hacerse sacerdote. Pero la gracia de Dios, el ambiente empapado de religiosidad, el ardor misionero y la fascinación del propio Don Bosco, ya en los últimos años de su vida, transformaron el ánimo del muchacho.
Después de la muerte del Santo, decidió convertirse en salesiano para ir a las misiones. En 1895 es ordenado sacerdote. Fue nombrado director de novicios en Roma por el Beato Miguel Rua y posteriormente lideró un grupo de salesianos que llegaron a China en 1906. Se instalaron con una obra en Macao y con un frente misionero en Heungchow. Abrió orfanatos y oratorios salesianos y en 1921 fue consagrado Obispo del Vicariato Apostólico de Shiuchow. Bajo su impulso se multiplicaron las casas misioneras, institutos, asilos, orfanatorios y se inició el seminario de nativos.
Don Versiglia encontró en Macao un pequeño orfanato, propiedad del obispo local. En 12 años de trabajo, con la ayuda de una docena de hermanos y ampliando el terreno, lo transformó en una moderna escuela profesional para 200 alumnos internos, la mayor parte huérfanos, a quienes se preparaba para que aprendieran una profesión.
El obispo no se detenía ante nada, ni siquiera ante las carestías, las epidemias, los desafíos que se le presentaban a él y a sus colaboradores, no siempre humanamente recompensados: apostasías, calumnias, abandonos, incomprensiones, traiciones… Todo era superado gracias a una oración intensa y constante. Durante todos los años que dedicó a la China, monseñor Versiglia jamás se cansó de exhortar a sus sacerdotes a dialogar con el Señor y la Virgen María. Mantenía una correspondencia con las monjas carmelitas de Florencia, pidiéndoles apoyo espiritual.
Los misioneros, por lo general, eran amados por la gente más pobre y las misiones eran el lugar de refugio en los momentos de saqueo. Pero los más temibles eran los piratas que no tenían miramientos con nadie
Por el peligro que amenazaba por los caminos por tierra y por los ríos, tampoco el obispo Luis Versiglia había podido, hasta ahora, visitar a los cristianos de la pequeña misión de Lin-Chow, formada por dos escuelitas y doscientos fieles en la devastada ciudad de 40.000 habitantes, afectada por la guerra civil. No obstante, hacia finales de enero de 1930 se convenció de que debía ponerse en viaje. Más el 25 de febrero estando en camino fue interceptado por piratas y murió en la defensa de sus compañeras de viaje junto al joven misionero don Calixto Caravario
“El misionero que ora mucho logra mucho”, solía decir el Obispo San Versiglia.
(Mártir con Luis Versiglia) Nace en Cuorgné (Italia) el 18 de junio de 1903. Al final de su juventud era considerado por todo un chico bueno por su carácter leve y reflexivo. Era naturalmente dado a la oración y amaba mucho a su madre, como testimonian las numerosas cartas que escribió. A la edad de quince años se cambia con su familia a Turín, cerca del oratorio de Porta Nuova. En la escuela salesiana es uno de los mejores alumnos de su clase y por la mañana ayuda en los servicios de la Eucaristía. Recomendado por el director del oratorio Don Garelli, entra en el Noviciado y se vuelve salesiano.
En 1919 Monseñor Versiglia va a Turín y habla de las misiones a los sacerdotes, entre ellos estaba Calixto, que conmovido con el testimonio le dijo: «: “Te seguiré a China”, contaba con 19 años. Con el pasar del tiempo se entera que Don Garelli parte para China y le insiste tanto, que poco tiempo después también lo sigue. Se embarcó a la edad de 21 años. La madre le dijo a don Garelli: “Dejo alegremente a mi hijo en las manos de Don Bosco, con todo el cariño de que soy capaz”
Calixto dejó cartas espléndidas y conmovedoras a su madre, donde puede admirar todo su amor por Dios y por el cual estaba listo para cualquier cosa: “Gracias, Señor, por haberme dado una buena madre”, “Madre, una noticia que te dará placer: esta mañana di mi primera licencia de catequesis en chino”, “¡Ya no eres tuyo, Calisto ya no es tuyo, debe ser completamente del Señor, completamente dedicado a su servicio!”, “Mi buena madre reza para que tu Calixto sea sacerdote no sólo por la mitad, sino todo entero”.
Calisto viene enviado a Macao, y después de dos años en la isla de Timor, donde da ejemplo a todos, incluyendo al director, por su bondad y su celo apostólico. El 18 de mayo de 1929 Mons. Versiglia le ordena sacerdote y le atribuye la misión de Linchow.
En poco tiempo visita a todas las familias y gana la simpatía de los alumnos. Mientras tanto, en China, la situación política se ha vuelto muy tensa, especialmente para los cristianos y misioneros extranjeros. Se inician las persecuciones.
El 13 de febrero de 1930 está en Shiuchow para acompañar al obispo en la visita pastoral a la misión de Linchow. Durante el viaje un grupo de piratas intenta capturar a los catequistas que están en el barco de los misioneros. Monseñor Calisto intenta tratar con ellos civilmente, pero ellos empiezan a agredirlo. Mons. Versiglia también es agredido. Son obligados a salir fuera del barco y llevados al bosque donde son fusilados.
Se presentará al Señor con 8 meses de sacerdocio y 26 años de vida.ersiglia) Nace en Cuorgné (Italia) el 18 de junio de 1903. Al final de su juventud era considerado por todo un chico bueno por su carácter leve y reflexivo. Era naturalmente dado a la oración y amaba mucho a su madre, como testimonian las numerosas cartas que escribió. A la edad de quince años se cambia con su familia a Turín, cerca del oratorio de Porta Nuova. En la escuela salesiana es uno de los mejores alumnos de su clase y por la mañana ayuda en los servicios de la Eucaristía. Recomendado por el director del oratorio Don Garelli, entra en el Noviciado y se vuelve salesiano.
En 1919 Monseñor Versiglia va a Turín y habla de las misiones a los sacerdotes, entre ellos estaba Calixto, que conmovido con el testimonio le dijo: «: “Te seguiré a China”, contaba con 19 años. Con el pasar del tiempo se entera que Don Garelli parte para China y le insiste tanto, que poco tiempo después también lo sigue. Se embarcó a la edad de 21 años. La madre le dijo a don Garelli: “Dejo alegremente a mi hijo en las manos de Don Bosco, con todo el cariño de que soy capaz”
Calixto dejó cartas espléndidas y conmovedoras a su madre, donde puede admirar todo su amor por Dios y por el cual estaba listo para cualquier cosa: “Gracias, Señor, por haberme dado una buena madre”, “Madre, una noticia que te dará placer: esta mañana di mi primera licencia de catequesis en chino”, “¡Ya no eres tuyo, Calisto ya no es tuyo, debe ser completamente del Señor, completamente dedicado a su servicio!”, “Mi buena madre reza para que tu Calixto sea sacerdote no sólo por la mitad, sino todo entero”.
Calisto viene enviado a Macao, y después de dos años en la isla de Timor, donde da ejemplo a todos, incluyendo al director, por su bondad y su celo apostólico. El 18 de mayo de 1929 Mons. Versiglia le ordena sacerdote y le atribuye la misión de Linchow.
En poco tiempo visita a todas las familias y gana la simpatía de los alumnos. Mientras tanto, en China, la situación política se ha vuelto muy tensa, especialmente para los cristianos y misioneros extranjeros. Se inician las persecuciones.
El 13 de febrero de 1930 está en Shiuchow para acompañar al obispo en la visita pastoral a la misión de Linchow. Durante el viaje un grupo de piratas intenta capturar a los catequistas que están en el barco de los misioneros. Monseñor Calisto intenta tratar con ellos civilmente, pero ellos empiezan a agredirlo. Mons. Versiglia también es agredido. Son obligados a salir fuera del barco y llevados al bosque donde son fusilados.
Se presentará al Señor con 8 meses de sacerdocio y 26 años de vida.
(Tercer sucesor de Don Bosco). Nacido en Lu Monferrato (Italia) el 28 de mayo de 1856, octavo de nueve hijos, Felipe conoció a Don Bosco por primera vez, a la edad de cinco años, durante una de las tantas excursiones que el santo sacerdote hacía con sus jóvenes.
Su temperamento juvenil no era precisamente el que podría esperarse de un santo, pero Don Bosco supo descubrir en él un buen paño para hacer un buen educador. A los diez años ingresó en la casa salesiana de Mirabello para hacer sus estudios. Allí ve a Don Bosco dos veces e inmediatamente se siente amigo suyo.
En 1889 don Miguel Rua, primer sucesor de Don Bosco lo nombró director de Sarriá, en Barcelona, España, diciéndole: “Tendrás que resolver cuestiones muy delicadas”. En tres años, con la oración, la mansedumbre y una presencia paterna y animadora entre los jóvenes y con la comunidad salesiana, levantó la obra. Se le nombró entonces Inspector de España y Portugal, contribuyendo de modo sorprendente al desarrollo de la Familia Salesiana en tierra ibérica
Lo que le caracteriza es la nota de la paternidad. Al ser nombrado director, a los 33 años, se había propuesto: “Caridad y comprensión con los hermanos. Soportando cualquier cosa que pueda sucederme”. Como inspector dirá: “Seré padre. Evitaré los modales ásperos. Cuando vengan a hablar conmigo no les daré a entender que estoy cansado o que tengo prisa”.
Se le considera el verdadero fundador de la obra salesiana en España y Portugal. Después de haber puesto una sólida base a la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco en España, y de haber sido durante 21 años Vicario de los dos primeros sucesores del Santo, fue elegido Superior General. Fue el tercer sucesor de Don Bosco.
Inspirador de movimientos laicales, animó y dirigió aquel grupo juvenil fervoroso de muchachas que, inspirándose en Don Bosco, se propuso desde 1910 unir los dos ideales de vida consagrada y de apostolado en el mundo para el bien de la juventud. Fue el inicio del “Instituto Secular de las Voluntarias de Don Bosco” (VDB). Pero, antes aún, Don Rinaldi atendió con un celo particular al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, el cual, gracias a sus consejos, creció en vitalidad no menos que la Congregación Salesiana.
Muchas veces tuvo una salud enfermiza; pero fue un trabajador incansable. Se preocupó con todo su empeño de la formación del personal con reuniones, visitas y escritos. Se dedicó a incrementar entre los obreros y las obreras de toda categoría las formas asociativas y las organizaciones de ahorro que desembocaron siempre en el crecimiento del sindicalismo cristiano y de las obras de previsión social. A todos los salesianos recomendó en particular la asistencia a los emigrados sin distinción de nacionalidad, acentuando en la caridad el máximo universalismo.
(Fundador de las Hnas. de los Sagrados Corazones). Nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi (Asti). A este pueblo había ido Don Bosco a predicar una misión. Y el papá, el 1 de octubre de 1887, confió su hijo a Don Bosco para que lo llevara consigo a Valdocco. El santo de los jóvenes morirá cuatro meses más tarde, pero la impresión que Luis tuvo de él fue suficiente para quedar marcado para toda su vida. Él mismo recuerda el acontecimiento: “Ese día fue uno de los más felices de mi vida; estaba seguro de haber conocido a un santo, y que aquel santo había leído en mi alma algo que solo Dios y él podían conocer”.
Pidió ser Salesiano; entró en el noviciado el 17 de agosto de 1891 coronándolo el 2 de octubre de 1892 con los votos perpetuos en las manos del primer sucesor de Don Bosco, el beato Miguel Rua. En 1894 pasó por Turín don Miguel Unia, misionero con los leprosos en Agua de Dios (Colombia). Y, entre 188 jóvenes Salesianos, se eligió a Luis de 19 años. El lazareto (localidad para leprosos) contaba con 2.000 habitantes y 800 eran leprosos. Transformó la tristeza del lazareto con la alegría salesiana, con la música, el teatro, el deporte, el estilo de vida del oratorio salesiano: casa, familia, hogar.
El 24 de abril de 1898 fue ordenado sacerdote y pronto se reveló como un óptimo director espiritual. Entre sus penitentes, se contaban también los miembros de la Asociación de las Hijas de María, un grupo de unas 200 muchachas, muchas de las cuales eran leprosas. El joven sacerdote descubrió que no pocas de ellas se habrían consagrado gustosamente al Señor. Pero esto no era más que ensueño irrealizable, porque ninguna Congregación aceptaba a una leprosa, y ni siquiera a una hija de leprosos. Ante esta constatación, nació en él la primera idea de jóvenes consagradas, aunque fueran leprosas. La Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María tuvo su inicio el 7 de mayo de 1905.
Habían pasado diez años desde que había llegado a Agua de Dios: un decenio feliz y rico en realizaciones. Entre estas haber acabado el asilo «Don Miguel Unia», que, a pesar de los retrasos originados por la «Guerra de los 1.000 días», se inauguró el 7 de mayo de 1905. Pero ahora comenzaba un período de sufrimientos e incomprensiones para el generoso misionero. Este período durará 18 años, o sea, hasta su muerte. Fue obligado a alejarse de Agua de Dios. Mosquera, Contratación, Bogotá, Barranquilla… fueron algunos de los lugares que le asignó la obediencia.
En 1921 fue destinado a Táriba, una ciudad venezolana, en los confines de Colombia. Apenas llegado allí, su salud comenzó a deteriorarse de modo preocupante. El médico aconsejó, por motivos climáticos, trasladarlo a Cúcuta en Colombia. Y allí fue, pero las condiciones físicas empeoraron en poco tiempo.
Murió el 1 de febrero de 1923 a los 48 años de edad y 24 de sacerdocio. Murió soportando un «exilio» doloroso que le había impedido dedicarse totalmente a sus enfermos y a su Instituto.
(Príncipe explorador de Dios). Nació en París, en el exilio, el 2 de agosto de 1858. En efecto, desde hacía unos treinta años, su noble estirpe, ligada a la historia y a los intereses dinásticos de Polonia, había emigrado a Francia. A los seis años muere la madre, enferma de tuberculosis, enfermedad que transmitirá al hijo. Cuando el mal manifestó los primeros síntomas, comenzó para Augusto un largo y forzado peregrinaje en busca de la salud, que nunca recuperará: Italia, Suiza, Egipto, España fueron las principales estaciones de su recorrido. Pero no era la salud el principal objetivo de su búsqueda: coexistía también en su ánimo juvenil otra búsqueda más preciosa, la de su vocación.
José Kalinowski, su preceptor, influyó mucho sobre el joven príncipe. Este tenía a sus espaldas diez años de trabajos forzados en Siberia, se hará Carmelita descalzo y será canonizado por Juan Pablo II en 1991. Peo el acontecimiento decisivo, fue el encuentro con Don Bosco. Tenía Augusto 25 años cuando lo conoció. Tuvo lugar en París, precisamente en el Palacio Lambert, donde el fundador de los Salesianos celebró Misa en el Oratorio de la familia. Le ayudaban a Misa el príncipe Ladislao y Augusto. «Hace mucho tiempo que deseaba conocerle», dijo Don Bosco a Augusto. Desde aquel día, Augusto vio en el santo educador al padre de su alma
A primeros de junio de 1887, León XIII recibe a Augusto en audiencia y escucha la confidencia de su decisión: “Quiero ser salesiano. Mi padre se opone. Don Bosco duda”. El Papa reconduce, con talento y estilo al príncipe: “Volved a Turín, -le dice- preséntate a Don Bosco, llévale la bendición del Papa. Y le dirás que es un deseo del Papa que te acepte entre los salesianos. Sé perseverante y reza”.
El 20 de agosto de 1887 al ingresar en el noviciado de Valsalice se topa con un cartel con tres palabras: “Dios. Alma. Eternidad Czartoryski contrae la enfermedad de la tisis. Eternidad. Aquella palabra escueta se convierte en un deseo constante. Salesiano. Aquel gesto escueto se convierte en acto definitivo. Desde entonces su vida es el vértigo de la caída libre, la lucidez sentida para valorar el arrebato de lo que estaba sucediendo: explorar, explorar a Dios. Y así su vida entra en un tiempo detenido en el que desaparecen las barreras.
Intuitivo, racional y confiado el 2 de octubre de 1888, el príncipe Augusto Czartoryski hace voto de pobreza, castidad y obediencia, y se hace salesiano. Cuatro meses antes había firmado el acta de renuncia a todos sus derechos de primogénito.
Preparado para el sufrimiento, el 2 de abril de 1892 es ordenado sacerdote, más la vida sacerdotal de don Augusto duró apenas un año, transcurrido en Alassio, en una habitación que daba al patio de los muchachos. Murió en Alassio la tarde del sábado 8 de abril de 1893, tiene treinta y cinco años.
(Enfermero de los pobres). Nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya se ganaba el jornal como peón. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios del 1897, emigró a Argentina. Comenzó enseguida a frecuentar la parroquia dirigida por los Salesianos, encontrando en el párroco don Carlos Cavalli, su director espiritual. Fue éste quien lo orientó hacia la vida salesiana.
Tenía 20 años cuando entró en el aspirantado de Bernal. Por asistir a un joven sacerdote enfermo de tuberculosis, contrajo esta enfermedad, consiguió que se le destinara a la casa salesiana de Viedma, que gozaba de un clima más adecuado y, sobre todo, de un hospital misionero con un hábil enfermero Salesiano: el padre Evasio Garrone. Este invitó a Artémides a pedir a María Auxiliadora le obtuviese la curación sugiriéndole hacer una promesa: “Si Ella te cura, te dedicarás durante toda tu vida a estos enfermos”. Aceptó con humildad y docilidad el no pequeño sufrimiento de renunciar al sacerdocio.
Coherente con la promesa hecha a la Virgen, se consagró inmediata y totalmente al hospital, ocupándose al principio de la farmacia. Pero cuando murió el padre Garrone, en 1913, toda la responsabilidad del hospital cayó sobre sus espaldas: en efecto, fue vicedirector, administrador, experto enfermero estimado por todos los enfermos y por los mismos sanitarios que le dejaban cada vez más libertad de acción. Se ha dicho que su medicina principal era él mismo: la actitud, las agudezas, la alegría, el cariño. No fue solo un enfermero, sino un educador en la fe para cualquier persona, en el momento de la prueba y de la enfermedad.
Su servicio no se limitaba al hospital, sino que se ampliaba a toda la ciudad y más allá, a las dos localidades situadas a orillas del río Negro: Viedma y Patagones. Cuando había necesidad se movía a cualquier hora del día o de la noche, hiciera el tiempo que hiciera, visitando los tugurios de la periferia y haciendo todo gratuitamente. Rezaba mientras pedaleaba sobre su inseparable bicicleta
Veía en los enfermos a Jesús de Nazaret, hasta el punto de que cuando pedía a las hermanas un vestido para un muchacho recién llegado, decía: Hermana, ¿tiene un vestido para un Jesús de 12 años? Fiel al espíritu Salesiano y al lema dejado en herencia por Don Bosco a sus hijos —«trabajo y templanza»—, desarrolló una actividad prodigiosa con habituar prontitud de ánimo y con heroico espíritu de sacrificio
En 1950 el infatigable enfermero se cayó de una escalera y fue la ocasión en que se le manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo acertadamente diagnosticó. Sin embargo, continuó atendiendo a su trabajo durante un año más, hasta que, tras sufrimientos heroicamente aceptados, murió el 15 de marzo de 1951, plenamente consciente, rodeado del afecto y de la gratitud de todo un pueblo
DÍA PRIMERO
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DÍA CUARTO
DÍA QUINTO
DÍA SEXTO
SÉPTIMO DÍA
DÍA OCTAVO
DIA NOVENO
Este Video fue grabado por Tele Vid en la Casa Provincial María Auxiliadora en mayo de 2019. Están en él Sor Luisa Margarita Zuluaga, Sor Diana Valencia, Sor Leidy Orjuela Sor Karen Gamarra, Sor María Elena Botero Sor Milena López y Sor Fabiola Ochoa
Hoy 24 de mayo FELICITAMOS a María Auxiliadora. Ella la Madre y Maestra de los jóvenes, les ayude a optar por Jesús y a permanecer siempre en la Gracia de Dios.